Enfermos de próstata salen de Galicia para operarse por falta de tecnología

Un robot del que carece el Sergas minimiza el riesgo de impotencia tras la intervención

Un enfermo de cáncer de próstata que afronta una operación para que se la extirpen tiene dos opciones: una técnica moderna con muchísimas posibilidades de preservar su potencia sexual u otra más clásica con la cual el riesgo de quedarse impotente es enorme. A priori, la segunda no parece muy atractiva. Por eso muchos pacientes que viven en Galicia y tienen que someterse a una prostatectomía radical se marchan a otras comunidades para esta intervención, ya que el Servizo Galego de Saúde (Sergas) no dispone del robot necesario para ejecutarla con la última tecnología.

Este éxodo de pacientes es difícil de cuantificar, según el presidente de la Sociedad Galega de Uroloxía (SGU), Juan Mata, pero existe. Asegura que lleva varios años reclamando al Sergas que compre este robot para alguno de sus hospitales, de forma que se pueda aplicar en Galicia esta técnica. “Siempre hubo buenas palabras por parte de la Administración, pero no se materializan en nada”, explica.

El elevado coste del robot Da Vinci, que así se llama, es el motivo por el cual Galicia no lo tiene.

Uno de última generación puede costar, según Mata, en torno a 1,7 millones de euros, aunque podría salir más barato si no se recurre al modelo más avanzado. El Sergas explica que, “como sucede en la mayoría de las comunidades autónomas, la adquisición de este aparato se encuentra en periodo de evaluación”.
Aunque los urólogos lo demandan desde hace años, la posibilidad sigue siendo estudiada por la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias de Galicia.

El Sergas recalca que “la asistencia sanitaria en este ámbito está garantizada”. Otras comunidades autónomas, sin embargo, sí que han afrontado este gasto para equipar a sus quirófanos de una tecnología que no solo sirve para extirpar la próstata de una forma menos invasiva, sino para cualquier cirugía laparoscópica, que se hace a través de pequeñas incisiones en el cuerpo del paciente, usando la asistencia de una cámara de vídeo que permite a los médicos ver en el área en la que están operando. Andalucía, Cataluña, el País Vasco, Valencia y Madrid cuentan con el Da Vinci en centros públicos, además de algunos privados. En Galicia, este aparato no se puede encontrar en ninguno de los dos, por lo que los pacientes preocupados por su potencia sexual tras la operación no tienen otra que marcharse fuera.

El País Vasco es uno de los principales destinos, según Mata. Incluso el alquiler del robot supone un alto coste, según pudo comprobar el presidente de la SGU cuando celebró un congreso en Galicia en 2009 donde tuvieron que ver a través de videoconferencia cómo se utilizaba el aparato en un hospital de Bilbao. Teóricamente, cualquier urólogo podría operar con el Da Vinci, pero se pide un curso de aprendizaje que la proveedora de la máquina dispensa. Uno de los especialistas españoles que más ha usado este robot es Jesús Moreno, del hospital Clínico de Madrid, el único público de esta comunidad que lo tiene.

Según relata, “todo son ventajas”. “Los nervios que van al pene pasan por la próstata y con la cirugía convencional prácticamente no hay forma de verlos. Con el Da Vinci se puede ampliar una imagen en tres dimensiones y evitar extirparlos”, relata. En los tres años que lleva el robot en el hospital han realizado unas 300 operaciones y no dan abasto. “Vienen de toda la comunidad y de fuera. Prácticamente todas las prostatectomías radicales las hacemos con este sistema”, asegura Moreno. Los resultados son espectaculares. Entre los pacientes que tenían actividad sexual antes de la intervención, más del 90% la conservan.

Con la tradicional, la que se hace en Galicia, la proporción se invierte, la impotencia es casi segura.